domingo, 21 de diciembre de 2008
el ermitaño
En un pueblo de nombre olvidado había una vieja casa en un misterioso bosque donde todo el pueblo decía que vivía un anciano misterioso. Y nunca nadie se había atrevido a entrar. Tenían diferentes historias sobre ell anciano al que llamaban: el ermitaño, decían que siempre había vivido ahí y que siempre fue viejo. El ermitaño era un anciano solitario, de cabellos blancos y barba gris, encorvado por el paso de los años y nadie sabía como se ganaba la vida. Una tarde de invierno un grupo de niños jugaban y , pasaron por la cabaña del ermitaño. Uno de los niños, Carlitos el mas travieso, se separo del grupo y se acercó a la cabaña. La curiosidad le llevó a entrar al jardín, luego se acercó a una de las ventanas de la cabaña pero no pudo ver nada. Como quería saber lo que había ahí adentro, pensó que no le pasaría nada y entró en la casa. Parecía que estaba vacía, que no había nadie pero al fondo divisó a un anciano. Era el ermitaño que estaba tejiendo unas chompas junto al fuego. Carlitos se acercó con mucho cuidado, le tocó el hombro con temor y dijo: Buenas tardes, ermitaño. Hola muchacho, respondió el anciano, ¿No tienes miedo de mi? y Carlitos dijo que no. Vio que el anciano estaba muy arrugado y cuando se reía, se abría una ventana por lo que le faltaban los dientes de arriba. El anciano se puso muy contento e invitó al muchacho a cenar. Le contó que de joven había sido una mala persona pero eso cambio, pero todo el pueblo creía que era una mala persona, y por eso no podía ir a la pueblo. Ya se había acostumbrado a vivir solo en aquella casa vieja, pero siempre le gustaba pensar que algún día alguien entraría a verlo. Y así fue. Como carlitos fue tan amable con él, le obsequio una de las chompas que tejía. Y el muchacho de buen corazón viendo al anciano tan contento por su visita, le pidió que vaya a su casa a cenar para que conozca a sus padres. El anciano temeroso acepto ir a la casa de Carlitos. Y así fue, y desde ese día todos los niños juegan allí. El anciano les teje chompas y se siente, muy feliz al saber que la gente ya no le tiene miedo. Y todo el pueblo lo llama ahora cariñosamente el buen ermitaño.
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